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- Sioux, diario de un indio -

Chinos toreros

Leo con pasmo la siguiente noticia en la prensa: “Las corridas de toros llegan a China”. Casi nada.

Parece ser que dos toreros españoles y uno ecuatoriano se han ido a celebrar la primera corrida de toros que se celebra en dicho país. Los toros los han importado de México, y por lo visto los chinos se lo han pasado pipa viendo el espectáculo.

Realmente solo se lidiaron tres toros, y ni siquiera los mataron –es decir, que a los toreros ni les dieron orejas ni rabos ni nada-, supongo que porque hubiera sido demasiada emoción para los pobres chinos, no acostumbrados a estas impresiones.

Eso sí, los chinos recibieron a los toreros con música de pasodoble, aunque tocado por una banda china. No daban palmas, pero tocaban un pequeño gong para sustituirlas, y tampoco decían “olé”, pero lo intentaban, aunque más bien les salía algo parecido a “oooohhh”.

Es curioso lo de los orientales. Resulta que en Japón alucinan con el flamenco, sobre todo con la guitarra española, y de hecho ya hay fabricantes de guitarras japoneses que harían palidecer a algunos luthiers españoles.

Y nosotros que no sabemos diferenciar a los chinos de los japoneses, ¿se dan cuenta? Cuando vemos a un grupo de orientales cargados con sus cámaras de fotos y de video de ultima tecnología admirar la fachada de una catedral, por poner un ejemplo, solemos decir “mira que montón de chinos”, sin importarnos que no sean chinos, sino japoneses. Los pobres chinos no suelen tener posibles ni para visitar la gran muralla. Eso sí, ¡cómo juegan al ping-pong los jodíos chinos!

En todo caso, cuando termino la corrida de toros, el locutor (que por lo visto sabia un poco de que va el tema) explicó al publico que si les había gustado el espectáculo tenían que sacar los pañuelos blancos a relucir. Vamos, que si no se lo llegan a decir, los pobres toreros se vuelven para España y Ecuador con un disgusto que no veas.

Lo que me parece curioso es que los chinos hayan querido acercarse a una muestra cultural –habría mucho que discutir sobre eso- de un país tan remoto como España. Nosotros lo más que sabemos de ellos es que se parecen un montón a los japoneses, coreanos y demás asiáticos, que tienen un montón de restaurantes, que son bajitos y que comen mucho arroz.

Un momento, un momento. Si comen tanto arroz, ¿por qué en los restaurantes tienen tantos platos diferentes? Bueno, diferentes al arroz, porque los platos son los mismos en un chino de Barcelona que en uno de Huelva. Misterioso, ¿no?

Y hablando del mal llamado ping-pong (su nombre correcto es tenis de mesa) ¿saben por que los chinos son tan buenos? Pues porque años atrás, el gobierno chino pensó que el pueblo necesitaba practicar algún deporte, en parte para que hicieran ejercicio y en parte para tenerlos distraídos. Entonces buscaron un deporte barato (el tenis de mesa lo es, si no nos vamos a comprar materiales de calidad profesional), y que no necesitara mucho espacio para ser practicado, por aquello de que en China hay millones de habitantes y si se ponen todos a practicar el golf no caben.

Así es que a alguna mente privilegiada se le ocurrió que la solución estaba en el tenis de mesa. Y así fue como montaron mesas en las escuelas y en los lugares de trabajo, y por todas partes había gente dándole a las palas y la pelota.
¿Qué paso entonces? Pues que por una simple cuestión de calculo de probabilidades, si ponemos a millones de personas practicando un mismo deporte alguno bueno tiene que salir, por cojones (recordemos aquí que a estas alturas el tenis de mesa es el deporte oficial de China y se le destinan muchos medios a los que destacan)

El caso es que no sale alguno bueno, sino que salen muchos. No hay mas que mirar el ranking mundial de jugadores, tanto masculino como femenino, donde predominan los nombres como Liquin Wang, Lin Ma o Hao Wang (primero, segundo y tercero del ranking masculino respectivamente, chinos todos ellos)

Pues bien, esto nos lleva a pensar que pasaría si uno de los diligentes del gobierno chino ha visto la corrida de toros a la que me refería antes y le ha gustado. Y va el tío y piensa “Oye, podríamos hacer esto nosotros también”, y de pronto empiezan a instalar ruedos por todas partes en China y a promocionar las corridas de toros.

Mirándolo bien no seria de extrañar. Ya tienen fama de copiar las cosas. Ah, no. Perdón, esos son lo japoneses. Bueno, da igual. Imaginemos a millones de chinos toreando, poniendo banderillas y haciendo de picador. Pronto destacarían “El niño de Pekín”, “Murallito”, o “Ming Chan de Shangai”, por ejemplo. Sería divertido, ¿no? Lo que no se es de donde iban a sacar tantos toros para ser toreados por tantos chinos. Tendrían que reciclarlos, supongo.

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