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- Sioux, diario de un indio -

Atencion, pregunta

Atencion, pregunta

Me gustaría insertar un logo al principio de la página, pero cuando lo intento usando el administrador del blog, me pide una URL. Yo tengo el gráfico, pero no puedo referenciarlo a una URL, sino que debería enviarlo al servidor, no?
Bueno, si alguien puede echarme una mano con esto se lo agradeceré.

PD. Supongamos que la imagen es la anterior que veis en este post.

Velas en la oscuridad

Velas en la oscuridad

Fotografía tomada con una Minolta Dynax 5, sin flash, tiempo de exposición de 2 segundos y usando un trípode (claro). La habitación la dejé a oscuras y la única iluminación era la de las velas. Me gustaría recibir comentarios sobre la foto, porque a mi me gusta mucho, pero quisiera conocer otras opiniones.

El Cuervo

El Cuervo

¿Saben cual es mi pelicula favorita? El Cuervo. ¿Se la cuento?

Resulta que hay una banda de chorizos que se dedican a acojonar a la ciudad. Son más malos que un dolor de tripa, y trabajan para un pavo que es el jefecillo del mundo subterráneo y el mafioso local. Este tío lleva el pelo muy largo y esta todo el día liado con una que dice que es su hermana, pero que es china, o sea, que de hermana nada.

Los de la banda se cuelan un fatídico día en un ático donde vive una feliz pareja que está a punto de casarse. Los muy cabrones violan a la tía y cuando se presenta el novio tan feliz con la compra en la mano se lo cargan y lo tiran por la ventana a la calle. Cabe destacar que el que hace el papel de novio, que es el protagonista, es Brandon Lee, hijo de Bruce Lee, y que filmando esa escena de la película murió accidentalmente. Parece ser que dentro de la bolsa de comida que llevaba había un explosivo para simular un disparo, pero se les fue la mano y lo mató de verdad. Hay varias versiones, pero esta parece la mas extendida.

Bueno, todo eso pasa una noche de Halloween, y exactamente un año más tarde, el novio sale de la tumba con unas ganas de venganza y de marcha que no veas. Para acabar de poner el tema tétrico, representa que su alma la tiene un cuervo que va siempre con él. El tema del alma es porque dice una leyenda que cuando alguien muere, pero no ha terminado lo que tenía que hacer en la tierra, a veces, sólo a veces, puede volver para terminarlo. Entonces su alma la tiene un cuervo, que es el que le conduce y le ayuda en su venganza haciéndolo casi invencible.

Total, que el tío sale de la tumba echo polvo (supongo que después de pasarse un añito enterrado, no es para menos). Se pilla algo de ropa y unas botas por la calle y se va a su casa. Allí ve que esta todo destrozado, se encuentra con su gato, que salió vivo, y del mismo mosqueo que lleva se pinta la cara de blanco con unas rayas negras en los ojos y la boca y se va a empezar la caza.

Otros dos personajes de la película son una chavalita que era amiga de la pareja, y un policía que estuvo investigando los asesinatos de los dos. Por lo visto el menda estuvo toda la noche con la tía en el hospital, y cuando toca al bueno, este siente todo el dolor y sufrimiento que pasó la pobre chavala durante su agonía (ojo al dato, que esto es importante).

Lo primero que hace el tío es ir a una casa de empeños de un sujeto que trabaja para el malo, a buscar los anillos que tenían preparados para la boda y que habían empeñado los asesinos. Le dice que advierta a la gentuza esa de que ha salido de la tumba y que va a por ellos, y de paso le llena el chiringuito de gasolina y lo hace explotar.

Al primero de los que los mataron lo pilla por la calle. El chorizo es una fiera tirando cuchillos, pero no le sirve de nada porque el otro los para o los esquiva. Al final lo mata ensartado en todos sus cuchillos, y le roba la gabardina de cuero (pero antes de hacerle los agujeros, claro).

El segundo es un yonki y lo encuentra cuando esta con la madre de la chavalilla, que digamos que no tiene una moral muy recta (que es puta, vamos). El bueno le vacila al yonki y el otro le pega un tiro en la mano y se la atraviesa. Los dos se descojonan de risa, pero en un momento se le cierra el agujero y el yonki se caga de miedo. Al final lo mata clavándole un montón de agujas con heroína, o sea, que le mete una sobredosis del quince.

Al tercero lo mete en un coche, lo ata bien atado, le pone una granada en los huevos (perdón) y pone el coche en marcha. Explota la granada y el tío queda hecho fosfatina. Y al cuarto, que de lejos parece gilipollas y de cerca lo es, lo tiene el jefe bajo custodia porque le ha estado contando toda la historia de la muerte de los otros.

Entonces va el bueno y se cuela en una reunión de mafiosos que tienen montada en la parte de arriba de una discoteca o algo así, y montan un tiroteo del carajo, pero como el tío no tiene alma (la tiene el cuervo, ¿recuerdan?) pues se los carga a casi todos, solo se escapa el jefe, la hermana china y un el negro grandote que es el ayudante del malo.

Al bueno ya le parece bien la broma, porque no tiene más ganas de venganza ni nada, y como además no tiene alma y hace un montón de tiempo que no cotiza a la seguridad social y no le ha quedado casi nada de paro (esto es broma, realmente era un músico autónomo), pues decide meterse en la tumba otra vez ya para los restos. Pero claro, siempre tiene que haber alguien jodiendo la marrana, y los malos, que ya están hasta los mismísimos de que el otro les este dejando sin personal, secuestran a la chavalilla. El cuervo lo ve, y el bueno lo ve también a través de los ojos del pajarraco, y allá que te va otra vez aún más cabreado que antes.

Los malos tienen a la niña en una iglesia, y el bueno y el poli entran para rescatarla, pero el putón de la china (la hermana del malo), se queda con la historia de que cargándose al cuervo el otro ya no es invencible, y va y le pega un tiro (al cuervo, joder). Entonces se pelean el bueno y el malo en el tejado de la iglesia, y cuando más canutas las estaba pasando el bueno porque el otro lo tenia ensartado con un pararrayos como si fuera una aceituna, el tío le coge la cabeza al malo y le pasa de golpe todo el sufrimiento y el dolor que había pasado la novia en el hospital y lo mata. ¡Toma, por hijoputa!

Y ya para terminar la peli sí que se mete definitivamente en la tumba, a esperar a la segunda parte, que por cierto fue un bodrio de cuidado. La tercera ni la vi, y no sé si han hecho alguna más.

La verdad es que siempre me ha gustado mucho esta película, y la he visto un montón de veces. Una de las cosas que más me llama la atención es el ambiente, muy oscuro y con un tinte muy gótico, como las escenas de la iglesia, por ejemplo, o cuando se ve al cuervo sobrevolar los tejados de las casas. La música también es muy buena, sobre todo un tema de los Cure. Muy recomendable.

El dibujante

Una vez conocí a un personaje realmente peculiar. Cada noche, a eso de las nueve, se sentaba en el mostrador de una cafetería cercana a mi domicilio. Cuando le servían una caña de cerveza y una tapa (un día un pincho de tortilla, otro unas patatas bravas...), tomaba un trocito de tiza de las que usaban los camareros para anotar el importe de las consumiciones en el mostrador y procedía a dibujar sobre el mismo el retrato de un cliente, el que más le llamara la atención. Lo hacia con una maestría y velocidad que dejaba pasmado a cualquiera que observara su labor, que era ejecutada con la más absoluta discreción.

El cliente que estaba siendo dibujado nunca reparaba en ello de no ser que conociera de antemano el proceder del dibujante, tal como me ocurrió a mí en cierta ocasión. Cuando terminaba su dibujo el dibujante apuraba su bebida y se despedía hasta el día siguiente, dejando su obra abandonada a merced del trapo del camarero. Entonces éste, que lo conocía desde hacia años, esperaba a que el cliente retratado se acercara al mostrador a pagar la consumición y entonces le llamaba la atención sobre el dibujo. Había quien no se lo tomaba demasiado bien, pero por lo general la gente se quedaba de una pieza al ver su cara magistralmente dibujada en blanco sobre el mostrador de aluminio. Entonces Angel, el camarero más veterano, borraba el dibujo con un trapo y terminaba de limpiar el trozo de mostrador que había ocupado el dibujante.

Hacia años que no sabia nada de este singular personaje, hasta que en cierta ocasión un cliente habitual de la cafetería me contó que Angel, el antiguo camarero del local que solía borrar los dibujos del mostrador y que ya se había jubilado, le había contado que cierto día el dibujante sufrió un desmayo en el cuarto de baño de la cafetería, y se quedo allí, tendido en el suelo sin que los camareros se dieran cuenta, hasta que cerraron el local.

En la mañana siguiente, el viejo camarero abrió el establecimiento ya que a él le correspondía el turno de mañana. Cuando entró en el local y encendió las luces, encontró una escena dantesca: El cliente dibujante se había ahorcado con su propio cinturón, pasando un extremo por su cuello y atando el otro al soporte metálico del televisor que se encontraba en un rincón de la sala colgado de la pared.

La escena, ya suficientemente tétrica en sí, quedaba completada por la multitud de dibujos de caras horribles, demoníacas y deformadas por inhumanas expresiones de terror que cubrían el mostrador por entero, asi como buena parte del suelo y las paredes.

Más tarde, el viejo camarero que tantos dibujos borrara, llegó a comentar a sus amigos más allegados que las caras que dibujó el suicida antes de ahorcarse eran todas y cada una de las que había dibujado en todos los años en los que había acudido a la cafetería, pero que mientras en las anteriores ocasiones los dibujos mostraban el fiel reflejo del aspecto de los clientes retratados, las que dibujó en la noche de su muerte solo mostraban sufrimiento, horror, agonía y desesperación.

El recuerdo de aquellos dibujos siguió apareciendo en la memoria del bueno de Angel durante años, impidiéndole dormir placidamente un muchas ocasiones. Por suerte, yo nunca vi mi propio rostro tal como lo dibujo el suicida la noche de su muerte.

Otro blog

Bueno, pues aqui empieza un nuevo blog, o weblog, o como cada cual quiera llamarlo.
Este primer post es solamente una prueba.
Seguiremos informando.

Pedidos telefónicos

- ¡Riing! ¡Riing! Telepizza, ¿qué desea?
- ¡Magdalenas!, ¡no te jode!

Bueno, como chiste no es que sea genial, pero ilustra el sinsentido en que se convierten a veces las conversaciones telefónicas que sufrimos cuando llamamos a uno de estos establecimientos en los que reparten comida a domicilio.

A mí personalmente las llamadas que más me gustan son las que hago a un restaurante chino y a uno mejicano a los que acudo ocasionalmente cuando no me apetece pelearme con los cacharros de la cocina (es decir, a menudo). También llamo a veces a pizzerías y demás, pero comencemos por el chino, que es el más divertido.

Normalmente suele coger el teléfono un chino, nunca un español. ¿Que por qué? Pues no lo sé, la verdad. Lo único que se me ocurre es que necesitan que el chino vaya practicando el idioma de Cervantes, porque si no es así no lo entiendo. El caso es que normalmente mis conversaciones con el chino de turno del restaurante suelen acercarse al patetismo, pero que conste que los pobres chinos ponen toda la voluntad y paciencia del mundo (bueno, yo también le echo mis dosis de paciencia, que conste).

Así pues, una conversación normal, y sin exagerarles un ápice, sería algo así como esto:

- Lestaulante chino La Glan Mulalla, ¿qué desea?
- Buenas noches, queria el menú número tres para dos personas.
- Buenas noches, ¿qué desea?
- Sí, esto... queria el menú tres para dos personas
- Buenas noches señol, dígame su teléfono por favol.
- Mi teléfono, ehh sí, el nueve cinco seis...
- Nueve dos tles...
- No, no. Nueve cinco seis...
- ¿Pala seis pelsonas?
- ¿Para seis per... ? No, para tres. Digo... para dos. ¿Ya no quiere mi teléfono?
- No señol, aquí tenemos teléfono señol.
- Bueno, pues queria el menú tres para dos personas, por favor. Pero quisiera cambiar el pollo con almendras por pollo al limón, ¿es posible?
- No señol, porque eso es el menú cuatlo, y usted quiere el menú tles, ¿veldad?
- Si, vale. Pero es que el menú cuatro lleva sopa de aleta de tiburón como entrante, y yo quiero rollitos de primavera, que es lo que lleva el tres.
- Pelo menú tles con pollo al limón pelo con lollitos de plimavela es menú cuatlo, señol.
- Bueno, pues entonces quiero el menú cuatro pero con rollitos en lugar de la sopa, ¿de acuerdo?
- De acueldo. ¿Quiere pan chino el señol?
- Pues... si, vale, mándeme pan chino también.
- Sí señol. Menú seis pala tles pelsonas. ¿Algo mas?
- No, nada más... un momento, un momento. Es el menú tres... digo el cuatro, para cuatro... no, para dos personas, pero con rollitos de primavera.
- ¿Señol no sabe lo que quiele? ¿Por qué señol no piensa lo que quiele antes de llamal? ¿Necesitala cambio? ¿Cuál es su teléfono, por favol? ¿Quiele pan chino?

Al final, el pedido del restaurante llega a los cuarenta minutos, y éste consiste en sopa de aleta de tiburón, arroz tres delicias y pollo con almendras. Además el chino de la moto se pierde tres veces antes de encontrar mi casa y cuando llega me dice que he dicho mal la dirección, cosa que no es verdad. Pero por lo menos he contribuido a que el chino del teléfono practique un poco el idioma, que ya es algo.

Otro caso, el de los mejicanos. Uno de los platos que tienen es algo llamado “burrito flauta”. Es un burrito hecho con pollo, verduras, y salsa rosa, y esta bastante bueno. Lo malo es que le suelen poner una salsa roja que pica como el demonio, y que a mí particularmente no me gusta. Además, en la caja donde viene el burrito tienen la desagradable costumbre de incluir un poco de arroz de colorines que me parece malísimo, y que como se suele pegar al burrito por debajo me cuesta lo mío retirar.

Bien, pues la verdad es que no recuerdo cuantas veces he pedido el “burrito flauta” pero estoy completamente seguro de que todas y cada una de esas veces les he advertido de que no me pusieran ni la salsa ni el arroz, y todas y cada una de las veces me lo han puesto, tanto una cosa como la otra.

¿Y a quien me dejo? Pues claro, a la estrella del reparto de comida a domicilio, a Telepizza, paradigma de la efectividad y del trato al cliente:

- Telepizza ¿qué desea?
- Pues queria una pizza media...
- Dígame su teléfono, por favor.
- Si, claro. El nueve cinco seis, ochenta y siete, tal y tal, tal y tal.
- Un momento...

Pasan unos dos minutos. Por el auricular se oye el romance anónimo o Greensleves, depende del día.

- ¿Oiga? ¿Su dirección es Avenida de tal y tal numero 26?
- Sí, exacto.
- Me dijo una pizza grande. Dígame los ingredientes.
- No, una pizza mediana. Con champiñones, pimiento y cebolla.
- ¿Pimiento verde o rojo?
- Verde.
- Serán once con cuarenta. ¿Necesitara cambio?
- Pues sí, de veinte. Oiga, ¿hay alguna oferta hoy? (Nota: esto si no lo preguntas no te lo dicen)
- Si, con la pizza mediana le puedo ofrecer una pizza pequeña con los mismos ingredientes o una ensalada mixta o dos bebidas. ¿Qué prefiere?
- Pueeees... una pizza pequeña.
- Pero si pide un ingrediente mas le puedo ofrecer como oferta una pizza mediana con tres ingredientes y una bebida.
- Bueno, pues ponga doble de queso y mándeme esa oferta.
- Claro que si quisiera una pizza grande con tres ingredientes, la oferta es de una pizza mediana con los mismos ingredientes pero sin las bebidas.
- Bueno, también queria dos refrescos, pero prefiero la pizza grande.
- ¿Qué ingrediente le quitamos a la pizza?
- El pimiento
- ¿El verde o el rojo?
- Sólo tenia verde, pero ahora que lo pienso quítele el doble de queso mejor.
- Si son tres ingredientes sólo le puedo ofertar una pizza mediana.
- Bueno, pues una mediana, y dos refrescos de naranja.
- Si también quiere bebidas, como oferta con una pizza gigante...

Y así hasta la eternidad. Al final lo que mandan es la pizza mediana con champiñones, cebolla y pimiento verde, sin otra pizza ni bebidas. En fin. Comida rápida le llaman.

Viajes I

A mí me gusta mucho viajar, sí. Me gusta coger el coche y marcarme 1300 Km en una jornada, aunque hace tiempo que no lo hago porque es una autentica paliza. Cuando lo hacía, llegaba al destino, y al acostarme y cerrar los ojos para dormir seguía viendo la carretera y los coches viniendo hacia mí.

También me gusta el tren, sobretodo esos viajes largos de bocadillo de tortilla de patatas y lata de cocacola para cenar.

Incluso me gusta el barco, ya ven, aunque en su momento me pasara una larga temporada viviendo en uno de ellos invitado por el Ministerio de Defensa. Aún así me gustan.

Pero lo que más me gusta es el avión, de verdad. Esa sensación indescriptible de aceleración brutal que le hace a uno subírsele el estomago hacia la garganta cuando va a despegar es indescriptible.

Si les parece les cuento una anécdota de un viaje. Más que nada porque si termino el capitulo aquí no va a tener ninguna gracia (y me temo que aunque escriba quince folios más tampoco, pero bueno)

Hace unos dos o tres años hice un viaje a Barcelona por motivos que ahora no vienen al caso. En aquella ocasión fui de los primeros que embarcaron en el avión, y con la ayuda de una agraciada y muy simpática azafata rubita me costó poco trabajo encontrar mi asiento, en el lado de la ventanilla. Al cabo de unos minutos una mujer de unos cuarenta años con pinta de vampiresa ocupó el asiento de al lado, y a los cinco minutos más o menos, estando el avión a la mitad de su capacidad aproximadamente, comenzaron a entrar ancianitos en tropel, muy probablemente victimas... digo... clientes de uno de esos viajes organizados que tanto gustan a nuestros mayores.

El caso es que faltaban pocos minutos para el despegue, y los ancianos –todos ellos encantadores, eso si- no hacían mas que discutir sobre los asientos que tenían asignados, quedando todavía unos diez o doce de ellos de pie en el pasillo sin atinar a ubicarse en sus lugares correspondientes.

Debido a que los pasillos de un avión no son un ejemplo de amplitud, y a que los ancianos tampoco eran un ejemplo de agilidad precisamente, aquello cada vez se parecía más al famoso camarote de los hermanos Marx; Los vejetes moviéndose arriba y abajo por el pasillo amenazándose unos a otros con los bastones, la azafata rubita y poquita cosa y su compañera morena que estaban pasando un mal trago y se las veía cada vez más alteradas, los ancianos que ya se habían sentado pasando totalmente de comprobar su número de asiento para no tener que cedérselo a su legítimo ocupante si se habían equivocado... en fin, todo un caos.

Al poco el avión se puso en movimiento. Avanzó majestuoso por la pista, hizo un giro de 90 grados a la izquierda para embocar la pista principal y comenzó a tomar velocidad por la misma.

Resulta que un avión tiene que despegar por cojones cuando le dan permiso desde la torre de control. Resulta también que cuando un avión despega todos los pasajeros tiene que ir sentados y con el cinturón bien abrochado (por aquello de que los cadáveres no se desparramen por ahí, ya saben) Y como resulta que la mayoría de los ancianitos todavía estaban de pie en el pasillo pase a los ruegos de las azafatas, a mí personalmente me parecía que la situación ya no tenía remedio, y que o bien no íbamos a despegar, o que el piloto iba a dar un frenazo en el ultimo momento y los abueletes iban a salir todos rodando por el pasillo como si fueran bolos en una bolera, o bien el avión no iba a ser capaz de hacer un despegue en condiciones y nos íbamos a estrellar todos por culpa del Inserso.

Pero... ¡vaya si tuvo remedio! Aquella azafata adorable, rubita, delgadita y refinada, con aquellos dos ojitos azules que sonreían por sí solos con toda dulzura a los pasajeros, aquella misma azafata que parecía un angelito, que parecía una muñequita, en el ultimo momento gritó a pleno pulmón algo así como...

¡¡Que se sienten todos de una puta vez, cojones!!, ¡¡Ostia!!, ¡¡Me cago en la madre que me parió!! ¡¡Mecaguenlaputadeoros y en el que levantelculo del asiento, carajo!¡ ¡¡Al que se levante le meto una patada en el culo que lo saco del avión, coño!!

Joder, les juro que en mi vida he visto a nadie sentarse tan deprisa como aquellos abueletes. El pavo que esquivaba las balas en Matrix era un caracol a su lado. Y además se sentaron todos al mismo tiempo, cada uno en un asiento, sin pisarse. Parecía como si lo tuvieran programado, los tíos.

Fue una escena increíble. Los abuelos se quedaron todos sentados con cara de susto y sin atreverse a mover un músculo ni a mirar a la azafata rubita (que ya no me parecía tan poquita cosa, y ni siquiera tan adorable). La rubita se había quedado con la cara congestionada y la vena del cuello como una chistorra (pero se la veía mucho más relajada, eso sí). Yo me quede completamente pasmado. Y la vampiresa de al lado, que fue la primera en reaccionar, de pronto empezó a descojonarse a carcajada limpia, momento en el que todo el avión se echó a reír, rompiendo así el momento de tensión.

Al final, entre las dos azafatas recolocaron a los viajeros en el mas completo orden. Los abuelos no dieron ni un solo problema más (cualquiera se atrevía), y el viaje siguió con toda normalidad.

Bueno, casi. Porque cuando estábamos despegando, me fije en que una pieza de una de las alas del avión estaba sujeta por un pasador del estilo de aquellos que se veían hace años en los cuartos de baño a modo de pestillo. Si hombre, seguro que los han visto alguna vez. Son esos que tienen una especie de semi-arandela a un lado (imagínense el marco de la puerta) y un ganchito que sube y baja al otro (la puerta, digamos) Bueno, pues algo así es lo que mantenía sujeta esa pieza al ala. Pieza a la que en mi completa ignorancia aeronáutica llamaré “flap” (pero como si le llamara “hiperfluorador magneticoacustico de cola”, porque Uds. tampoco tienen ni pajolera idea de lo que les estoy hablando ¿a que no?)

Bueno, el caso es que durante todo el viaje el pestillo se estuvo moviendo de forma más que sospechosa, amenazando con salirse en cualquier momento. Yo no es que le tenga miedo a los aviones, ni es que sea un paranoico, pero cada vez estaba mas acojonado, sinceramente. El pestillito no hacia más que vibrar, y yo me pase algo así como la mitad del viaje mirándolo fijamente, esperando el fatídico momento en el que se soltara, se desprendiera el flap de los cojones y nos fuéramos todos al carajo (que nos estrelláramos, quiero decir)

Pero no. No paso nada, evidentemente. Sólo que unos momentos antes de tomar tierra en el aeropuerto de El Prat, el jodido pestillo terminó por soltarse del todo para mayor acojone por mi parte. Parece ser que estaba todo controlado y que era normal que se soltara, porque aterrizamos sin darnos la ostia que yo estaba esperando. Pero la verdad es que me parece muy raro que una pieza tan importante como el flap (o lo que coño sea) este sujeta solamente por un simple ganchito, ¿no? Igual lo ponen para mosquear al pobre pardillo que repare en él como yo -y darle el viaje, de paso- y realmente no tiene ninguna otra utilidad, no sé.

Bueno, otro día les cuento otro viaje.